Hombres paseando a las mascotas de los pasajeros del Titanic.
Paseando a los perros por la cubierta del Titanic.

Los perros del Titanic, las emotivas historias reales detrás del naufragio más famoso del mundo

Entre el lujo y la tragedia, los once perros que viajaban en el Titanic y su destino final

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El hundimiento del RMS Titanic en abril del año 1912 sigue siendo una de las tragedias marítimas más recordadas del siglo XX. Entre los más de dos mil pasajeros que viajaban a bordo también había un grupo de acompañantes caninos: once perros, símbolo del lujo y la sofisticación de la primera clase.

Solo tres de ellos sobrevivieron al desastre, eran dos pomeranias y un pequinés, rescatados gracias a su pequeño tamaño y al amor de sus dueños, que lograron ocultarlos bajo las mantas y abrigos durante la evacuación.

En aquella época, llevar una mascota a bordo era un privilegio reservado a los más ricos. El pasaje de un perro tenía un precio que era lo mismo que el de un niño, y algunos incluso contaban con pólizas de seguro propias.

Los animales se alojaban en una perrera ubicada en la cubierta F, equipada con muchas comodidades como de calefacción y jaulas amplias, bajo el cuidado del carpintero John Hall Hutchinson.

A diario, eran paseados por la tripulación en la cubierta de popa, una escena que contrastaba con la extrema rigidez de la etiqueta del Titanic. Para el lunes día 15 de abril estaba prevista una exposición canina a bordo, un evento extraordinario que nunca se realizaría pues esa madrugada, el barco se hundiría tras chocar con un iceberg.

Los tres perros supervivientes

Entre los perros que lograron salvarse destaca Lady, que era una pomerania propiedad de Margaret Hays, quien la envolvió en una manta para calentarla y ocultarla y subió con ella al bote salvavidas número 7.

En el mismo bote viajaban Helen y Dickinson Bishop, quienes habían dejado a su pequeña perrita Frou Frou encerrada en el camarote por miedo a las críticas. Margaret demostró que el afecto podía más que la opinión social.

Otro superviviente fue Sun Yat-Sen, un pequinés que era del matrimonio Myra y Henry Sleeper Harper, herederos de la editorial Harper & Brothers.

Su testimonio fue clave para entender el caos de las primeras horas del naufragio al indicar que “parecía que había espacio de sobra, y nadie nos puso objeciones al subir con el perro”, como recordaría Henry años después.

El tercer perro rescatado fue otra pomerania, propiedad de Elizabeth Rothschild, que logró ocultarla bajo su abrigo mientras se subía al bote número 6.

Ya a salvo en el Carpathia, los tripulantes protestaron cuando la vieron con el animal, pero Elizabeth se negó a abandonarlo. Viuda tras la tragedia, mantuvo perros durante toda su vida como un recuerdo a aquella noche.

Historias de amor y pérdida en el Titanic

No todos tuvieron la misma suerte pues el millonario John Jacob Astor IV, uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, viajaba con su joven esposa Madeleine y su perra Kitty, una airedale terrier a la que adoraba con pasión.

Astor ayudó a su mujer a subir a un bote y, según varios testimonios, volvió en busca de su mascota. Se cree que él fue quien liberó a otros perros de la perrera antes de morir. Su cuerpo fue recuperado días después; el de Kitty, jamás se encontró.

Otra historia trágica es la de Ann Elizabeth Isham, una mujer de primera clase que se negó a abandonar el barco si no se llevaba a su gran danés.

Esta decisión le costó la vida. Semanas después del naufragio, tripulantes del barco alemán SS Bremen aseguraron haber visto el cuerpo de una mujer abrazada a un enorme perro flotando en aguas del Atlántico. Se cree que era la señora Isham.

También murió Gamin de Pycombe, un bulldog francés de exhibición que era propiedad del banquero Robert Williams Daniel, que sobrevivió y más tarde reclamó una indemnización de 750 dólares a la compañía White Star Line.

Otros pasajeros perdieron también a sus fieles compañeros, como el abogado William Dulles, el empresario William Carter, o el corredor de bolsa Harry Anderson, cuyo chow chow había ganado varios premios en exposiciones.

Más de un siglo después, las historias de estos perros del Titanic revelan una faceta poco conocida del naufragio del Titanic tras chocar con el iceberg. No solo fueron víctimas colaterales de la tragedia, sino testigos de la relación entre el ser humano y los animales incluso en los momentos más oscuros.

Entre el lujo, el hielo y la desesperación, algunos dueños eligieron salvar a sus mascotas; otros,  en cambio, morir junto a ellas. En el naufragio del Titanic, la lealtad no fue solo humana sino también tuvo cuatro patas y un corazón fiel.