Vista del rústico y vetusto, pero revolucionario, ordenador portátil Osborne 1.
Así era el ordenador portátil Osborne 1.

Osborne 1, el portátil que revolucionó la informática y hundió a su creador

Antes de Apple y Microsoft, hubo uno, el ordenador que hizo portátil la revolución tecnológica

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En plena era de la inteligencia artificial y los dispositivos ultraligeros, resulta muy difícil imaginar un tiempo en el que la informática era sinónimo de grandes máquinas estáticas.

Pero hace poco más de cuatro décadas, un ingeniero llamado Adam Osborne revolucionó el mercado al presentar un equipo que marcaría el inicio de una nueva forma de trabajar, era el Osborne 1, el primer ordenador portátil comercialmente exitoso de la historia.

A comienzos de los años ochenta, el mercado de los microordenadores vivía una auténtica explosión. Entre los entusiastas que veían en ellos el futuro de la tecnología se encontraba Adam Osborne,  que era un ingeniero y escritor británico afincado en Estados Unidos.

Tras publicar manuales técnicos sobre informática, identificó una necesidad aún no cubierta de podr crear un equipo compacto, funcional y asequible que pudiera trasladarse fácilmente.

En el año 1980 fundó la Osborne Computer Corporation (OCC) y, junto al ingeniero Lee Felsenstein, comenzó a trabajar en un prototipo que combinara potencia así como portabilidad.

Un año más tarde, en abril del año 1981, durante la West Coast Computer Faire en San Francisco (Estados Unidos), el mundo conoció el Osborne 1.

Su aspecto, robusto y casi militar, distaba mucho del diseño estilizado que asociamos hoy a los ordenadores portátiles, pero su concepto era revolucionario como es un ordenador transportable que podía conectarse en cualquier lugar.

Un diseño tosco, pero adelantado a su tiempo para un portátil

El Osborne 1 pesaba 11 kilogramos y se llevaba como una maleta con asa. Su teclado desmontable servía como tapa protectora, y en su interior también incluía una pantalla CRT monocroma de cinco pulgadas así como dos unidades de disquete y una serie de puertos de conexión que lo convertían en una herramienta versátil.

Si bien su resolución era limitada —solo tenía 52 caracteres por línea—, podía conectarse a un monitor externo a fin de  ofrecer una visualización más amplia.

Su procesador Zilog Z80A a 4 MHz y sus 64 KB de memoria RAM resultaban modestos, pero el verdadero golpe de efecto y genialidad de Osborne fue ofrecerlo con un completo paquete de software preinstalado, que estaba valorado en más de 1.500 dólares.

Este incluía el procesador de textos WordStar, la hoja de cálculo SuperCalc, el gestor MailMerge y los lenguajes de programación como eran Microsoft BASIC y CBASIC. Más adelante se sumaría dBase II, que permitía gestionar las bases de datos.

De esta forma, el usuario podía empezar a trabajar desde el primer momento, sin necesidad de adquirir ningún programa adicional. Era una estrategia inédita que hoy resulta común en cualquier dispositivo nuevo, pero que en el año 1981 supuso una auténtica revolución comercial.

Lanzado a un precio de 1.795 dólares, el Osborne 1 se convirtió inmediatamente en un éxito. En un mercado donde muchos ordenadores personales costaban el doble, su oferta era irresistible.

Las ventas se dispararon y, en apenas un año, la compañía generaba ingresos que estaban cercanos a los 100 millones de dólares anuales. Profesionales de todo tipo —desde muchos periodistas hasta abogados o contables— lo adoptaron como una vital herramienta de trabajo.

Uno de los casos más célebres fue el del periodista David Kline, que lo utilizó un Osborne 1 en Afganistán para escribir y enviar crónicas desde el frente. La idea de una “oficina móvil” dejaba de ser una fantasía y pasó a convertirse en una realidad palpable.

Pero el éxito fue tan rápido como efímero. En el año 1982 surgieron competidores como el Kaypro II, con mejor pantalla y capacidad de almacenamiento, y poco después los Compaq Portable, compatibles con los sistemas de IBM.

Ante esta presión, Osborne anunció con entusiasmo sus futuros modelos que estarían mejorados. Aquella decisión, sin embargo, resultó mala, resultó fatal.

El “Efecto Osborne” y una lección empresarial eterna

Al anticipar públicamente sus próximos productos, los clientes dejaron de comprar el modelo de ese momento, el vigente y, debido a ello, las ventas cayeron en picado, los distribuidores se quedaron con el inventario sin vender y la empresa entró en una crisis total e irreversible.

En el año 1983, Osborne Computer Corporation se declaró en la fatídica bancarrota.

El error dio origen a un concepto que todavía se estudia en las escuelas de negocios y es llamado como el “Efecto Osborne”, una advertencia sobre los riesgos de anunciar nuevas versiones antes de agotar el ciclo de vida de un producto.

Aunque su historia fue breve, el Osborne 1 cambió para siempre la forma en la que entendemos la informática. Demostró que la movilidad y la integración de software y hardware eran el futuro, y sentó las bases del desarrollo de los futuros portátiles, los modernos.

Hoy, cada vez que abrimos un ordenador ultrafino o un dispositivo híbrido, seguimos rindiendo un cumplido y desconocido homenaje a aquella caja de plástico beige que, en el año 1981, convirtió la informática en algo verdaderamente portátil.