Un tesoro vikingo inglés con plata de Irán demuestra una red comercial en el siglo IX
El tesoro vikingo de Bedale revela una red comercial que unió Inglaterra con el mundo islámico
Un reciente análisis científico del tesoro de Bedale, hallado en North Yorkshire, ha permitido que se confirme que durante la Edad Vikinga existieron conexiones comerciales de largo alcance entre Inglaterra y el Califato abasí.
Este descubrimiento, resultado de un estudio geoquímico que ha publicado en la revista Archaeometry, demuestra que la globalización económica tuvo raíces mucho más antiguas de lo que se podría pensar.
Descubierto en el año 2012 por un grupo de aficionados a los detectores de metales, el tesoro está compuesto por 36 piezas de plata y oro, entre ellas destaca un pomo de espada anglosajón ricamente decorado.
Las investigaciones sitúan su enterramiento entre finales del siglo IX e inicios del X, en un periodo marcado por la presencia escandinava en la zona del norte de Inglaterra.
En aquel tiempo, York, bajo control vikingo, funcionaba como un centro destacado de poder y un nodo comercial clave que conectaba el Atlántico norte con el continente europeo.
Un hallazgo que redefine el alcance del comercio vikingo
El análisis de los objetos de Bedale ha permitido rastrear la procedencia de la plata mediante isótopos de plomo así como de elementos traza.
Este método revela que una parte significativa del metal procede de Europa occidental, en concreto de monedas carolingias y anglosajonas, mientras que otra fracción tiene su origen en Asia Central e Irán, vinculada a los dirhams del Califato abasí.
Estas monedas, acuñadas en lugares tan distantes como Samarcanda o Transoxiana, habrían recorrido miles de kilómetros a través de rutas de tipo comercial que unían el mundo islámico con las regiones nórdicas y el Atlántico norte.
Los resultados del estudio identifican tres grupos principales de plata donde el primero, de origen europeo, con concentraciones elevadas de oro; el segundo, claramente islámico; y un tercero, de composición mixta, producto del reciclaje y fundición conjunta de metales de diferentes procedencias en talleres escandinavos.
Este último grupo ofrece una visión directa del funcionamiento de las economías metalúrgicas vikingas, en las que el comercio y la reutilización eran prácticas comunes.
Que un conjunto enterrado en Yorkshire contenga plata de Asia Central es una prueba más que evidente de la interconexión global existente en el siglo IX.
Los vikingos no fueron solo saqueadores y se demuestra que también actuaron como comerciantes que controlaban rutas fluviales y marítimas que enlazaban Escandinavia con el mar Caspio y el mar Báltico, extendiendo su influencia hasta las Islas Británicas.
Según los especialistas, la Ruta de la Seda contaba con una ramificación septentrional que se prolongaba hacia el Atlántico, en el que los escandinavos operaban como intermediarios.
El hallazgo de Bedale demuestra que las monedas dirham no solo circularon entre Báltico y Rusia —donde su presencia es muy bien conocida—, sino que también llegaron a los territorios occidentales del dominio vikingo.
En Inglaterra, estas piezas fueron fundidas junto con plata local o saqueada para fabricar joyas, collares y lingotes, en algunos de esos casos se integran este célebre tesoro.
El estudio científico también ha identificado señales del proceso de cupelación, una técnica de refinado mediante plomo permitiendo eliminar impurezas del metal.
Las huellas isotópicas indican que parte del plomo utilizado procedía de yacimientos británicos, lo que sugiere que el refinado que fue realizado en Inglaterra.
Este dato confirma que los talleres locales participaban de forma activa en la transformación de los metales importados, adaptándolos a las necesidades económicas y simbólicas de las comunidades vikingas.
Otro rasgo llamativo del conjunto es la ausencia total de monedas, lo que indica que la plata se empleaba por peso descartando por moneda acuñada. Esta práctica refleja la economía del peso característica de los vikingos, donde la plata circulaba fragmentada o fundida, funcionando como una medida de valor y medio de intercambio.
El tesoro de Bedale se convierte así en una evidencia material de las redes comerciales medievales uniendo culturas y economías a través de miles de kilómetros.
La combinación de metales europeos e islámicos muestra que, mucho antes de las rutas coloniales modernas, ya había sistemas de intercambio transcontinentales capaces de movilizar recursos, tecnologías y estilos artísticos desde Irán hasta Inglaterra.
Para los investigadores, el estudio de Bedale amplía el conocimiento sobre los vikingos de York así como revela una faceta poco conocida de la globalización medieval.
En pleno siglo IX, el flujo de metales preciosos, bienes y saberes cruzaba fronteras, océanos y culturas, que unía dos mundos que parecían lejanos: el de los guerreros escandinavos y el de los mercaderes del Califato abasí.