Un grupo de personas bailan en silencio con unos cascos puestos
La experiencia de los bailes silenciosos a la puesta de sol en las playas de Cádiz va ganando seguidores.

Bailar sin música, sin alcohol y junto al mar: así son las fiestas de moda en las playas de Cádiz

Cada domingo al atardecer, decenas de personas se reúnen con auriculares para moverse en silencio en la arena. Una experiencia alternativa que gana terreno en la provincia

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Cada domingo, poco antes del anochecer, un grupo de personas se reúne en la arena con los pies descalzos y unos cascos inalámbricos. No hay altavoces. Tampoco alcohol. Solo música en los oídos, libertad de movimiento y una conexión colectiva que no necesita palabras.

Estas sesiones se conocen como Silent Dance Costa Luz, un proyecto impulsado por Anna Orlinski, originaria de Polonia, y Lucía Cervera, madrileña residente en Cádiz desde hace siete años. Lo que comenzó como una propuesta espontánea para bailar en grupo se ha convertido en una experiencia habitual en playas como la Fontanilla (Conil) o Santa María del Mar (Cádiz).

Lucía recuerda que fue en el verano de 2023 cuando dieron el paso. “Anna llevaba tiempo con la idea y empezamos como un pasatiempo. Montamos las primeras sesiones con cascos y sin más estructura. La respuesta fue tan bonita que decidimos hacerlo de forma más regular”.

Un baile libre frente al mar

Cada participante recibe unos auriculares con tres canales musicales. Uno más tranquilo y meditativo, otro funky y el tercero con electrónica progresiva. Las sesiones comienzan unos 90 minutos antes del atardecer y duran aproximadamente una hora y media.

No hay instrucciones ni coreografías. “Cada persona baila como le nace, no hay forma correcta o incorrecta. Algunos empiezan suaves y van subiendo, otros se lanzan directo al canal más energético. Es como una ola que va creciendo hasta llegar al éxtasis”, explica Lucía.

Los encuentros son libres de alcohol y sustancias, y abiertos a personas de todas las edades. El perfil más habitual ronda entre los 40 y 50 años. “La mayoría son personas que aman la música, pero no se sienten cómodas en discotecas. Quieren bailar, pero sin ruido ni excesos. Algunos son extranjeros que viven aquí, otros están de vacaciones, y también vienen muchos locales”, detalla.

Círculo con participantes en una sesión de Silent Dance.

Círculo con participantes en una sesión de Silent Dance.

Tecnología sin cables, sin ruido

El sistema de sonido funciona mediante ondas de radio FM, sin necesidad de electricidad ni internet. “Es una tecnología muy limpia, ligera, que no sobrecarga el cerebro como el bluetooth. Solo hace falta un pequeño emisor y los cascos, y con eso tienes una pista de baile de 300 metros sin molestar a nadie”, señala.

Actualmente, Silent Dance reúne a más de 400 personas en su grupo de WhatsApp y cerca de 3.000 seguidores en Instagram. También organizan sesiones privadas como cumpleaños, despedidas o encuentros en entornos naturales.

Participantes de una sesión de las Silent Dance, bailando.

Las sesiones se viene celebrando en la playa de la Fontanilla de Conil.

Música con sentido

La música se selecciona con cuidado. “No ponemos cualquier cosa. Cuidamos mucho la letra, el ritmo, la energía de cada canción. La música es una guía emocional, y lo que escuchas se te queda grabado sin darte cuenta”, comenta Lucía.

El repertorio incluye bases electrónicas, funky, tribal, latina o afro. “Cada canal ofrece una experiencia diferente. Uno te relaja, otro te divierte, y otro te permite liberar tensión. La gente cambia de canal según cómo se siente. Es muy intuitivo.”

Cantar sin música exterior

Aunque cada uno escucha una pista diferente, a veces se produce una sincronía espontánea. En una sesión reciente, al sonar “Get Up, Stand Up” de Bob Marley, varios asistentes comenzaron a cantar al mismo tiempo. Desde fuera, era lo único que se oía. “Fue un momento mágico. La conexión era tan fuerte que no hacía falta más que las voces”, recuerda Lucía.

Según explica, el objetivo es reconectar con uno mismo y con el entorno. “Bailamos con los elementos: tierra, aire, agua y fuego. El cuerpo se libera, la mente se calma, y la alegría fluye sin límites.”

Integrantes de una sesión de la Silent Dance.

Las promotoras señalan que es casi como una terapia semanal.

Durante el verano, las sesiones se celebran todos los domingos en torno a las 21:00 horas (al atardecer) en la playa de la Fontanilla, en Conil. A partir de septiembre, el proyecto regresrá a La Barrosa (Chiclana) y Cádiz capital.

Para participar es necesario reservar auriculares con antelación. Solo hay que llevar agua, ropa cómoda y ganas de dejarse llevar.