
Cádiz CF–Real B: Gurrutxaga, de la depresión y el sufrimiento en Cádiz a la comedia

El Cádiz CF se mide esta semana a la Real Sociedad B, el Sanse, en San Sebastián. Un partido con un trasfondo especial para el cadismo: la figura de Zuhaitz Gurrutxaga, un central de la Real y del Real Unión que conoció de cerca a la afición amarilla en la fase de ascenso de 2009.
Rapado, con pequeña cresta y el dorsal 2, Gurrutxaga disputó en el Ramón de Carranza la ida de aquella eliminatoria en la que el Cádiz se jugaba regresar a Segunda División. El gol de Mariano Toedtli, tras una jugada ensayada con Caballero y Enrique, decidió un duelo cargado de emoción.
La vuelta, en el Stadium Gal, quedó marcada por una granizada tremenda y acabó sin goles, sellando el ascenso del Cádiz.
Semanas más tarde, el Real Unión también logró el ascenso en una eliminatoria ante el Leganés, con gol del propio Gurrutxaga en el partido decisivo. Al año siguiente, ambos equipos se enfrentaron ya en Segunda: 2–1 en Irún y 0–0 en Carranza.
El defensa al que gritaban “dos…” y arrastraba un infierno interior
En aquella visita al Carranza, Gurrutxaga se ganó la memoria cadista no solo por su juego, sino por su carácter en el campo: gritaba constantemente un “dos cab…” que muchos recuerdan desde la grada. Detrás de esa fachada había un futbolista que atravesaba un periodo muy duro.
Zuhaitz había debutado en Primera con la Real Sociedad, el club de su vida, y formó parte de aquella plantilla que rozó la Liga en 2003. Pero mientras el equipo vivía uno de los momentos más felices de su historia, él se hundía en la depresión. El miedo, la ansiedad y un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) le acompañaban en cada entrenamiento y partido.
El propio jugador cuenta que llegó a desear que la Real no ganara la Liga, porque la euforia de toda Gipuzkoa hacía más insoportable su tristeza. En un partido en Riazor, frente al Deportivo, cayó al suelo en un córner para evitar tener que cruzar una línea con el pie izquierdo. El árbitro pitó penalti a favor, pero Darko Kovačević falló la pena máxima. Hoy, Gurrutxaga lo recuerda entre risas en sus monólogos: “Si me hubiera atrevido a tirarlo yo y lo hubiese metido, quizá la Real habría sido campeona… pero no habría existido mi libro Subcampeón”.
Del Algeciras al humor: la coraza de la cresta
Durante aquella depresión, la Real decidió cederlo para aliviar la presión. Él pidió estar cerca de casa y acabó en el Algeciras CF, en el Campo de Gibraltar. El viaje desde San Sebastián era largo, pero él lo recuerda como una etapa necesaria para sobrevivir en el fútbol.
La cresta que lucía en su cabeza era, según explicó después en una visita a Cádiz, una especie de coraza: “Que se metan con el personaje, no conmigo”. Esa confesión se la hizo años después a José, dueño de la tienda La Cápsula, cuando visitó la ciudad para presentar su libro Subcampeón, editado por Libros del K.O.
Un relato de vida contado con humor
Con los años, Gurrutxaga dejó de odiar al fútbol. Hoy, con 43 años, se sube a escenarios para contar su historia en clave de humor, en espectáculos como FutbolistoC. Su libro Subcampeón ha recibido el premio Panenka y se ha convertido en una referencia en la conversación sobre salud mental en el deporte.
En sus páginas y monólogos, recuerda el peso de una cláusula millonaria con apenas 16 años, la ansiedad de no poder cruzar una línea con el pie izquierdo, los engaños improvisados para ocultar sus manías y la liberación al encontrar un diagnóstico: TOC.
En Cádiz, aquella noche de 2009 dejó cicatriz en el recuerdo cadista. Pero la historia de Gurrutxaga demuestra que detrás de cada dorsal, de cada central que lucha en el césped, puede haber un relato mucho más profundo de fragilidad, superación y humor.