'Casa Chari', una tienda de alimentación "de las que ya no quedan" en Cádiz
Abraham Poderoso, más conocido como Plasti Chico, mantiene viva la tienda de alimentación que su madre levantó con mucho esfuerzo
Pureza, arte de Cadi, empatía y producto local. Es cada vez más complicado, en una ciudad que resiste su identidad ante la "invasión" turística, juntar esas cuatro características, pero, al mismo tiempo, es de orgullo reconocer, que todavía existan los almacenes, las tiendas de alimentación de toda la vida. Si todo eso lo juntas con ser autónomo, apaga y vámonos.
Abraham Poderoso, más conocido como Plasti Chico, tiene 34 años y es el dueño de Casa Chari. Su madre, la Chari, se jubiló y ahora él se hace cargo del negocio que su madre levantó con mucho esfuerzo y sacrificio, el cual está ubicado en pleno centro histórico de Cádiz, en la calle San Miguel.
La entrevista en su local se realiza mientras atiende a vecinos y vecinas que vienen a comprarle algo. "Tengo una tienda de alimentación, de barrio, de las que ya no hay apenas, y ahí estamos, en la lucha del autónomo", comenta.
Su negocio actual era antiguamente una recova, la cual regentaba 'Angelita', cuando Abraham era un niño y, más adelante, "se dieron tres o cuatro más tiendas de alimentación, pero no funcionaron bien, hasta que lo cogió mi madre y lo subió para arriba".

Abraham Poderoso, 'Plasti', tras el mostrador de su negocio. Fotografía: Juan Manuel Estudillo
Abraham ha pasado por muchos oficios antes de volver a sus raíces. “He estado en la construcción, en Astilleros, en Amazon… Al final dolores de espalda, subir para arriba y para abajo”, cuenta entre risas. “Y con esta tienda de alimentación me dije: voy a probar.
Esto es mucho de cabeza, de llevarlo todo adelante, pero no es mucho esfuerzo físico. A mí me gusta esto, el barrio, la gente, la clientela cercana, y que esto no se pierda: tratar con la gente, vender cosas buenas de Cádiz, las cosas que ya no hay”.
La esencia de Casa Chari está en esa mezcla entre lo antiguo y lo auténtico. “Es una tienda de alimentación, de desavíos, yo no abuso”, explica. “El queso está por ahí a 42 euros, yo lo tengo a 28. Intento poner las cosas lo más arregladas posible. Aquí viene gente conocida, ni extranjera ni nada, gente del barrio. Les intento dar lo que buscan; a lo mejor falta algo y me dicen ‘tráemelo’, y se lo intento buscar”.
Los estantes rebosan de sabor gaditano: “Tengo pan de higo de Olvera, las sultanas, los polvorones, los pestiños, cosas de Cádiz, el tinto, desavíos vamos, los aceites, las conservas, la chacina, todo lo que haga falta, hay un poco de todo. Desde que yo estoy aquí intento traer más cosas”, presume con orgullo.

Pan de higo de Olvera. Fotografía: Juan Manuel Estudillo.
Aunque muchos le han sugerido modernizar el local, Abraham lo tiene claro: la tradición no se toca. “El almacén se queda como estaba. La gente me dice: ‘dale un cambio, ponle una plancha, haces unos filetes y tal’. Pero le das un cambio y no viene nadie. Hay que dejarlo como es, como la solera, como yo le digo. Las cosas tal y como estaban, con mucha limpieza y cosas de barrio buenas. Lo pones moderno y no viene nadie, ya te lo digo”.
Si hay algo que hace especial a Casa Chari son sus bocadillos, famosos ya entre los vecinos. “Hacemos los mejores bocadillos”, asegura. “Tenemos chicharrones que vienen de Paterna, carne mechá, chope de lata, queso curado, aquí hay de todo. Los bocadillos valen 2 euros, pero los de chicharrones o carne mechá a 3,5. Hombre, son los más buenos y media barra de pan, y cargaditos, si no, la gente no repite”.

Plasti muestra los chicharrones de Paterna recién llegados al local
Los chicharrones son, sin duda, la joya de la casa. “Lo que más me compran son los chicharrones, porque es que además son los del Manteca famosos, de lonchitas. La gente cuando los prueba alucina en colores”. Entre risas, añade: “Yo en verdad tengo lo que hay en todos lados, pero lo más exclusivo son los chicharrones y la carne mechá. Lo demás lo tiene todo el mundo, lo que pasa que yo tengo más arte, jejeje. Eso es así”.
Mientras conversa, atiende a un cliente que entra buscando algo dulce. “Juan, no hay palmeras, no han venido, picha”, le dice. “Pues un bocadillo”, responde el vecino. “Ah, eso sí”, replica Plasti.

Algunos productos en los estantes de 'Casa Chari'. Fotografía: Juan Manuel Estudillo.
Pero Abraham también observa con preocupación el futuro de su entorno. “El barrio está complicado, está muerto”, lamenta. “Desde que cerró Mari Tere… y la mujer de Azul, la peluquería. Antiguamente había una tienda que arreglaba electrodomésticos, hubo heladería, tienda de ropa, Pigs Skate Shop, una huerta ecológica… pero poco a poco ha ido todo cerrando”.
Sabe bien que no es casualidad. “Por los alquileres, el autónomo… 300 euros hay que pagar. Yo pago 80 porque he empezado. De alquiler de local pago 500 y pico, pero por ahí imagínate, el del Sfera paga 8.000 o 9.000 euros”, explica.
Aun así, no pierde la esperanza de ver resurgir su barrio. “Me gustaría que esto lo regentara alguien todo y estuviera el barrio potente. Esto es una arteria que va para la Plaza y para la calle Ancha, debería de tener vida. Calle peatonal sería ideal. No puede haber una terraza, todo lleno de coches, que lo entiendo porque los chavales están currando los repartidores, pero ojalá se pudiera hacer algo. Al barrio hay que darle vida, pero bueno, poco a poco, veremos a ver en diez años cómo sigue esto”.
En Casa Chari no hay decoración moderna ni escaparates de diseño, pero sí barrio, olor a chacina recién cortada y el saludo de quien conoce a todos por su nombre. Allí, entre chicharrones, pan de higo y tertulias gaditanas, se resiste un pedazo de la Cádiz más auténtica.