
El día que los antiguos griegos inventaron la máquina de vapor
De Herón de Alejandría a los sabios chinos, las mentes antiguas que crearon máquinas que parecían imposibles en su época

Cuando pensamos en robots, pilas eléctricas o nanotecnología, la imaginación suele llevarnos a los laboratorios en pleno siglo XX o a los avances del presente.
Sin embargo, la Historia viene a demostrar que la innovación no es exclusiva de la modernidad. Mucho antes de la Revolución Industrial o de la era digital, hubo inventores que desafiaron los límites de su tiempo y sentaron las bases de tecnologías que hoy consideramos contemporáneas.
Uno de los más fascinantes fue Herón de Alejandría, excelente matemático e ingeniero griego que vivió en el siglo I d. C. y que podría considerarse el primer creador de robots.
Herón diseñó una serie de autómatas capaces de moverse, cantar o representar escenas teatrales sin intervención humana. En su tratado Autómata, describió con detalle cómo construir este tipo de figuras mecánicas impulsadas por vapor, aire o agua, anticipando conceptos que siglos después se convertirían en pilares de la ingeniería moderna.
Su invención más célebre fue la eolípila, una esfera que giraba merced al vapor de agua que salía a presión por pequeños tubos. Este mecanismo —que fue una auténtica “madre” de la máquina de vapor— transformaba energía térmica en lo que era movimiento, un principio que siglos después impulsaría la Revolución Industrial.
Para los fieles de su época, aquello parecía pura magia y así había emplos cuyas puertas se abrían solas o estatuas que se movían al encender fuego en el altar. Pero detrás del asombro se escondía pura Ciencia y física aplicada.
Ingenieros e inventores del mundo antiguo
Mientras Herón experimentaba con el vapor en Alejandría, en la antigua China hubo un sabio que revolucionaba la forma de observar el planeta. En el año 132, el astrónomo Zhang Heng construía el primer sismómetro conocido.
Su artefacto, una vasija decorada con dragones y ranas, detectaba temblores lejanos mediante un sistema de péndulos así como de bolas de bronce. Cuando el suelo vibraba, un dragón soltaba una esfera que caía en la boca de una rana, y eso indicaba la dirección del terremoto.
Sorprendentemente, estudios modernos confirman que el instrumento llegó a registrar con una enorme precisión un seísmo de magnitud 7 en el año 134.
Poco después, otro hallazgo asombraría al mundo científico con el llamado "mecanismo de Anticitera", considerado la primera computadora analógica de la Historia.
Recuperado del fondo del mar Egeo en el año 1900, el complejo engranaje de bronce servía para predecir eclipses, calcular posiciones planetarias y hasta determinar las fechas de los Juegos Olímpicos.
Fue fabricado en el siglo II a. C., poseía una precisión mecánica que no volvería a verse hasta más de mil años después.
La lista de inventos adelantados a su tiempo es extensa pues en la antigua Mesopotamia, arqueólogos descubrieron la llamada pila de Bagdad, un recipiente de arcilla con piezas de cobre y hierro que podría haber funcionado como una batería eléctrica.
El debate sigue abierto, algunos experimentos han demostrado que este artefacto, que fue datado en torno al 200 a. C., era capaz de generar una pequeña corriente con vinagre o zumo de uva como electrolito.
Incluso el filósofo Platón habría diseñado un primitivo reloj despertador y que, según crónicas griegas, su invento funcionaba con un sistema de vasijas que, al llenarse de agua, emitían un silbido que servía de alarma.
Era un mecanismo realmente ingenioso que demuestra que la búsqueda por medir el tiempo y organizar la rutina tiene raíces mucho más antiguas de lo que parece.
Otro ejemplo asombroso es la copa de Licurgo, una joya del Imperio romano que cambia de color en función de la luz que la ilumina. Los análisis modernos revelan que su vidrio contiene nanopartículas de oro y plata, lo que la convierte en el primer objeto fabricado con lo que son principios de nanotecnología conocidos.
Los científicos actuales estudian su composición a fin de poder desarrollar sensores capaces de detectar virus o sustancias tóxicas.
Todos estos inventos comparten un rasgo común como es la capacidad humana para imaginar más allá de lo posible. Desde los autómatas de Herón hasta la copa de Licurgo, las civilizaciones antiguas demostraron que la curiosidad y la creatividad no tienen época.
Esta obras, muchas veces olvidadas o malinterpretadas, nos recuerdan que la Historia de la tecnología se inició mucho antes de los laboratorios modernos, y que cada avance de hoy tiene sus raíces en la genialidad de quienes soñaron el futuro ya hace miles de años.