Paisaje nevado en un cuadro de la "Pequeña Edad de Hielo".
Representación pictórica de la "Pequeña Edad de Hielo".

Los secretos de la 'Pequeña Edad de Hielo' en Europa, cuando el clima transformó la Historia

Fue un tiempo en el que el clima condicionó totalmente la vida diaria de millones de personas

Actualizado:

Entre los siglos XIII y XIX, Europa vivió un periodo  muy singular conocido como la "Pequeña Edad de Hielo", una prolongada fase de enfriamiento que vino a marcar la historia del continente.

No se trató de una glaciación global, fue del intervalo más frío de los últimos ocho milenios. Sus huellas fueron notables con muchas cosechas arruinadas, hambrunas, inviernos extremos, glaciares avanzando sobre aldeas alpinas y ríos como el Támesis o el Sena totalmente congelados.

Fue un tiempo en el que el clima condicionó totalmente la vida diaria de millones de personas.

Antes de este enfriamiento, Europa había disfrutado de la llamada Anomalía Climática Medieval (de los años 950-1250), con temperaturas que eran más suaves que favorecieron la expansión agrícola y el crecimiento demográfico.

El paso a la "Pequeña Edad de Hielo" no fue brusco, más bien fue gradual. Crónicas y estudios dendrocronológicos muestran cómo, a partir del siglo XII, los inviernos se fueron endureciendo mucho, mientras los veranos mantenían temperaturas relativamente altas hasta mediados del siglo XIII.

El verdadero cambio llegó con episodios que hicieron y cambiaron la Historia. El más famoso fue el “Año sin verano” del año 1816, cuando, tras la erupción del volcán Tambora en Indonesia, las cosechas se perdieron en una buena parte de Europa, provocando hambre y migraciones.

El papel del Sol y los volcanes en la "Pequeña Edad de Hielo"

Uno de los motores principales del enfriamiento fueron los mínimos solares, periodos en los que la actividad del Sol descendió de forma drástica.

Durante la "Pequeña Edad de Hielo" se registraron varios como el de Wolf, Spörer, Maunder y Dalton. Menos radiación solar significaba inviernos más largos y fríos en Europa, con consecuencias que eran directas en la agricultura y el comercio.

A esto se sumaron las erupciones volcánicas, destacando la del Samalas, en el año 1257, lanzó a la atmósfera una enorme cantidad de partículas que bloquearon la radiación solar, esto hizo que se enfriara de golpe el planeta.

Erupciones posteriores, como la del Tambora, no solo enfriaron el clima, sino que también alteraron los patrones de lluvias y vientos, e hicieron que se dejara tras de sí desastres agrícolas y hambrunas.

Otro factor clave estuvo en las dinámicas oceánicas del Atlántico Norte ya que el deshielo en Groenlandia y el aumento de hielo marino enfriaron el mar de Labrador, lo que debilitó la circulación termohalina —que es la llamada “cinta transportadora” del clima global—.

Este hecho redujo el aporte de calor hacia el norte de Europa, hoy esto mismo está volviendo a ocurrir.

A su vez, la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), que regula la intensidad de los vientos y las tormentas, tuvo la tendencia hacia fases negativas, esto generaba inviernos más fríos y secos. Esta combinación de océanos debilitados, vientos alterados y baja actividad solar hizo y sumió a Europa en un escenario propicio para el frío extremo.

La vida cotidiana de millones de personas se transformó ya que los glaciares alpinos avanzaron y destruyeron aldeas, mientras que ríos y canales se convertían en pistas de hielo donde las poblaciones improvisaban ferias y mercados.

Las crónicas describen inviernos interminables, malas cosechas, hambrunas y enfermedades ligadas a la consiguiente desnutrición. En este contexto de crisis, se desencadenaron también tensiones sociales y migraciones.

La variabilidad climática interna, sin embargo, hacía que este periodo no fuera un bloque uniforme de frío, cabe destacar que hubo veranos intensamente calurosos, como el de 1540, y sequías prolongadas que contrastaban con inviernos gélidos. La realidad es que la "Pequeña Edad de Hielo" fue una sucesión de extremos.

Hoy, los científicos coinciden en que la "Pequeña Edad de Hielo" fue el resultado de una compleja interacción de diversos factores naturales tales como actividad volcánica, mínimos solares, cambios oceánicos y patrones atmosféricos.

Incluso los cambios en el uso del suelo, como la deforestación, pudieron contribuir a tener una menor medida al enfriamiento.

El estudio de este periodo ofrece una referencia en el que mirarnos ya que hace unos siglos, la combinación de causas naturales fue suficiente para alterar el clima europeo durante más de 600 años.

Actualmente el cambio climático tiene un origen diferente y se debe a la actividad humana, que en pocas décadas ha modificado el equilibrio del planeta a un ritmo mucho más acelerado que cualquier variación natural del pasado.