Momias sin momificación, el secreto funerario que los fenicios guardaron durante siglos
La sorprendente historia del rey Tabnit, la única “momia” fenicia hallada intacta
Un reciente estudio de la historiadora Helen Dixon, de la Universidad de Carolina del Norte (en Estados Unidos), ha reabierto un viejo debate sobre las prácticas funerarias de la antigua cultura fenicia, cuya civilización floreció entre el 1500 y el 300 a. C. en las costas del actual Líbano, Siria e Israel.
Pese a que la momificación ha sido tradicionalmente asociada con el Egipto faraónico, nuevas evidencias señalan a que los fenicios también habrían desarrollado un complejo sistema ritual destinado a preservar y mantener simbólicamente el cuerpo de sus difuntos.
El trabajo de Dixon, basado en inscripciones funerarias, sarcófagos antropoides, crónicas de excavaciones del siglo XIX así como restos de aceites y resinas aromáticas hallados en tumbas, plantea el concepto de una “momificación simbólica”.
A diferencia del embalsamamiento egipcio, su objetivo no era el de conservar físicamente el cuerpo, era el de asegurar su integridad espiritual y su tránsito hacia la eternidad.
Diversidad de rituales en el mundo fenicio
Las necrópolis fenicias del litoral siropalestino muestran una sorprendente variedad de costumbres funerarias. En un mismo cementerio podían coexistir cremaciones e inhumaciones, con enterramientos que podían ser desde sarcófagos de piedra tallados hasta simples fosas excavadas en la roca.
Esta diversidad refleja la mezcla cultural característica de los fenicios, hábiles comerciantes y mediadores entre civilizaciones.
Durante mucho tiempo, la falta de momias en buen estado llevó a los arqueólogos a descartar cualquier práctica de lo que es el embalsamamiento.
No obstante informes del siglo XIX —sobre todo los relacionados con las excavaciones en Sidón— mencionaban la presencia de cuerpos tratados con líquidos oleosos y rodeados de tablones de madera y vendajes, todos estos son elementos que hoy cobran nuevo sentido a la luz del estudio de Dixon.
El caso enigmático del rey Tabnit de Sidón
El hallazgo más célebre es el del rey Tabnit, descubierto en el año 1887. Su cuerpo, sumergido en un líquido de tipo aceitoso dentro de un sarcófago de basalto, conservaba aún los tejidos blandos y hasta los órganos internos, algo inusual en comparación con el proceso egipcio, que conllevaba la extracción de las vísceras.
El buen estado inicial del cadáver —que se desintegró de una forma muy rápida al contacto con el aire— ha generado debate entre los expertos con una pregunta: ¿fue el resultado de una técnica intencional o una simple reacción química postmortem?
Dixon cree que la presencia de resinas y aceites perfumados apunta a un tratamiento ritual premeditado, aunque no necesariamente con unos fines de preservación física.
En otras tumbas de Sidón y Amrit, los arqueólogos hallaron restos de vendajes de lino, también de fragmentos de madera perforada y residuos resinosos.
Son todos materiales se interpretan como parte de un proceso simbólico de preparación del cuerpo. En Cartago, las excavaciones decimonónicas también registraron depósitos de elementos como aceites y perfumes, posiblemente empleados para “purificar” al difunto y dotarlo de un aura sagrada.
El uso de sustancias aromáticas como la mirra y el bedelio, mencionadas en inscripciones de los sarcófagos reales de Biblos y Sidón, reforzando así esta hipótesis.
En el caso de la reina Batnoam, madre del rey Azbaal, los textos funerarios detallan su enterramiento con atuendos de carácter regio y joyas, símbolos de continuidad entre su poder terrenal y su estatus divino después de la muerte.
La tesis central de Dixon sostiene que la momificación fenicia no perseguía lo que supone la incorruptibilidad material, sino la preservación espiritual.
Los aceites y resinas, más que agentes químicos, eran vehículos de significado como su aroma, su textura y su valor económico transmitían pureza, sacralidad y permanencia.
De este modo, la “momificación simbólica” se convierte en un lenguaje ritual en el que el cuerpo del finado se trataba como un objeto de transición hacia lo eterno.
Mediante de la preparación cuidadosa del cadáver, los fenicios “colocaban a sus muertos en la eternidad”, sellando de esta forma la continuidad entre el mundo humano y el divino.
Durante el siglo XIX, muchos investigadores exageraron los paralelismos existente entre Egipto y Fenicia. En contraste, la arqueología del siglo XX tendió a minimizar cualquier conexión.
El estudio de Dixon propone un punto intermedio en el que los fenicios adoptaron ciertos elementos de la tradición egipcia —como los sarcófagos de tipo antropoide y el uso de resinas—, pero los adaptaron a su propio universo de carácter simbólico.
Así, lejos de ser simples imitadores, los fenicios demostraron que tenían una capacidad creativa y sincrética al integrar influencias externas en un sistema ritual original.
La investigación desvela que su concepción de la muerte fue tanto práctica como espiritual, una búsqueda de eternidad simbólica más que de preservación física.