Son muchos los que saben que Cádiz es una tierra mágica, una provincia llena de misterios de diferente tipo e interés, desde las atrayentes casas encantadas o el enigma OVNI pasando por su Historia y, cómo no, por lo sobrenatural, por la superstición y, también por la brujería.
Por qué Cádiz siempre destacó por ser tierra donde se practicaban ritos brujeriles y donde, más allá del norte de España, también había tradición en cuanto al conocimiento oculto y secreto. En muchos casos ese conocimiento era de las plantas, del bien -o mal- que podía ejercer sobre el ser humano en función de los deseos de la persona, pero sobre todo era empleado con fines medicinales aunque, a la Iglesia de la época, no lo creyera una práctica permitida y fuera tildada de demoniaca.
Por tanto muchas de aquellas brujas gaditanas eran condenadas no por prácticas oscuras sino por el conocimiento que tenían en herboristería. Así un núcleo importante de esas brujas estaba en la zona de Jerez donde hay documentación que nos hablan de sus «trabajos» y de las que se ha conocido su identidad.
La primera de ellas era María López, que decían que era capaz de atraer a personas lejanas, recuperar el amor perdido o resolver problemas amorosos, amén se quitar el mal de ojo. También era capaz de adivinar el futuro echando las «habas» o las cartas.
La bruja María López
El «juego» de las habas era singular, tomaba 18 habas de las cuales separaba los machos de las hembras (9 y 9), estas se juntaban con alumbre y se ponían en un paño de color rojo que era símbolo de alegría y otras tantas en uno de color azul que eran los celos. Luego, en un recipiente de plata, se ponía una piedra sulfurosa (azufre), una moneda de oro, carbón (un trocito), un haba cortada a la mitad, unas migas de pan, un gramo de sal, una piedra de la casa donde viven, dos o tres habas metidas en la boca de la pareja y el pase «mágico» de la bruja: «habas os conjuro con Dios padre y Santa María, su madre y con la ara consagrada y la hostia consagrada y con la cruz y la Santa Vera Cruz y con el libro misal y con la nochebuena de navidad y con el san juan y con la santísima trinidad, habas que me digáis la verdad en esto que os pido».
Luego de hacer eso lanzaba las habas sobre la mesa y si quedaba alguna en la parte de la cabeza era un mal pronóstico para la persona; si estaban de lado eran comentarios y habladurías y si chocaban una contra otra es que había infidelidad y malas intenciones.
Catalina Díaz
Igualmente destacaba Catalina Díaz que hacía lo mismo que María López (no confundir con María Dolores López, llamada «la beata ciega» que era de Sevilla) pero con mayor teatralidad y clientela. Se decía que era capaz de amansar a los hombres o hacer que se aborreciera a una persona. Era muy de brujería al uso clásico pues hacia una figura de cera que representaba a la persona y lo ataba a una escudilla de vinagre con un hilo al que daba varias vueltas y rezaba: «así venga manso y quedo como tengo la figura del diablo tengo en el dedo».
Tras ello se debía poner en el quicio de la puerta de la casa a quién se quería aborrecer y se arrojaba el vinagre.
Usaba la oración a Santa María usada con fines hechiceriles y en el que cabe distinguir las dedicadas a Santa María «La Buena» o «La Mala». La oración a «La Buena» era: “Bienaventurada Santa Marta, digna sois y santa, de la Virgen María querido y amada de mi señor Jesucristo, por el palancar entrasteis con la sierpe brava os encontrasteis, con el hisopo del agua bendita la rociasteis, con la vuestra preciosa cinta la atasteis y con ella entrasteis por la puerta de la ciudad mansa y humilde diciendo Patanes, veis aquí la serpiente brava y mansa y humilde y atada y ligada: así os ruego santa bienaventurada Marta que me traigáis a fulano manso y humilde y atado para que me quiere y por mí muere y por mí ande, que no estar ni reposar hasta que me venga a buscar”.
Otras brujas gaditanas
En Cádiz encontramos a Francisca de Santiago, que tuvo alucinaciones y veía fantasmas. Cuando hacía un hechizo terminaba de la siguiente forma: «yo Luzbel, rey de las tinieblas, mando a todos mis diablillos les apliquen a todos estos perros todas las penas del infierno si no suben». Y comenzaba a echar espuma por la boca, todo muy teatralizado.
Francisca Romero era otra bruja gaditana con fama de echadora de cartas y sanadora, hacía conjuros al diablo Cojuelo y en sus sesiones de «tarot» ponía 13 cartas en disposición circular y decía a los presentes: «a la puerta llaman ¿Quién es?» después se dirigía a uno de los presentes «Sra Fulana o Mengana un espíritu la quiere, esto la traía, esto la venia a dar, esta es la silla donde se ha de sentar, esto es en lo que ha de venir a parar», sacaba otra carta más, la 14, y sumando 5 más adivinaba el futuro -o eso decía-.
Ángela Salas decía que podía hacer recobrar la virginidad a una mujer con sus conjuros y Rosa del Castillo hacía reuniones brujeriles para compartir conjuros, visitaba el comentario y tomaba huesos para sus amuletos y pociones.
Ana María de San Gineto, era monja trinitaria y bruja que solía localizar el paradero de personas desaparecidas mediante la ayuda de San Antonio Abad.
En Andalucía se realizaron innumerables procesos en los que los diferentes tribunales inquisitoriales centraron sus acusaciones en moriscos, judaizantes o protestantes aunque, poco a poco, los procesos irían alcanzando a más personas entrando la superstición o la brujería dentro de los mismos. Las brujas eras conspiradoras con la Iglesia y contra Dios, renegaban de la fe y abrazaban al Demonio -según decían los inquisidores-, además hacían cultos negros y satánicos. Su poder curativo -el conocimiento- se atribuía al poder del mal y al pacto con Satanás, así como a sacrilegios varios.
Julio Caro Baroja definió la brujería como: “La brujería en sí rebasa por su complejidad, todas las explicaciones que se han dado, es que en cada una de ellas parece haber un elemento de verdad y la cuestión es integrar todos estos elementos en un todo donde puedan quedar más ajustados”.