La película “DIG” ha puesto de moda el sorprendente descubrimiento de Sutton y de todos sus tesoros que, hoy, están expuestos en el legendario Museo Británico de Londres. Se trataba de un imponente barco de roble que fue llevado desde las aguas siempre frías hasta la orilla para, con la eterna niebla de este entorno, fuera llevada hasta una llanura donde sería sepultado un “reyezuelo” local, dentro de una zanja preparada para tal fin con el que dispusieron, para el viaje “al otro lado”, todo un rico ajuar funerario en la cámara sepulcral.
Fue trece siglos después, casi en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, cuando un “excavador” llamado Basil Brown realizaría el gran descubrimiento. Al hallazgo se le denominó como «el Tutankamón británico» en la finca de Sutton Hoo, con vistas al río Deben, en Suffolk, donde la señora Pretty, tiene el presentimiento que en uno de los montículos de la finca podría haber una tumba de origen vikingo.
Para llevar a cabo la excavación contó con Basil Brown, contratado por dos libras a la semana, era un hombre de Suffolk que dejó los estudios con sólo 12 años. Y que llevaba el oficio en la sangre gracias a su padre y a su abuelo. Era autodidacta y aprendió idiomas, astronomía y arqueología sin ir a clases.
Así en el mes de junio del año 1938 inicia los trabajos en algunos de los montículos más pequeños con indicios de haber sido saqueados, pero también halló un disco de bronce que era un buen argumento para pensar que podía ser de una época anterior a los vikingos.
La excavación definitiva fue en 1939, con una guerra en ciernes, fue cuando halló fragmentos de hierro que identificó como remaches de barco y entonces siguió cavando hasta encontrar un barco de 27,4 metros y que podía albergar hasta a 20 remeros. Además en su centro había una estructura que, posiblemente, albergo el cuerpo del rey local.
Con anterioridad se había descubierto un barco vikingo de 23,8 metros en Noruega en el año 1880. Por la importancia que tenía Brown supo que era seguro que pudiera tener un cargamento de ajuar funerario y de objetos en honor a los muertos.
El 14 de junio halló la cámara funeraria que se trataba de una estructura de madera parecida a una cabaña –ya inexistente- y que era el santuario del barco. Los responsables del Museo Británico y de la Universidad de Cambridge quisieron meter la mano en la excavación y relegar a Brown a un papel muy secundario. Pero fue la investigadora Peggy Piggott la que encontró, el 21 de julio, una pieza de oro y así, uno tras otro, hasta sumar 250 objetos del «tesoro escondido».
El tesoro
El tesoro estaba compuesto por vasijas, piezas de banquetes y cuernos para beber, joyas, una lira y un cetro, una espada, piedras originarias de Asia, platería de Bizancio y monedas de Francia, una hebilla de oro grabada con serpientes y bestias entrelazadas y un prodigioso casco ornamentado y con una máscara completa, era el héroe enterrado en Sutton Hoo hace siglos.
El hallazgo de Basil Brown hizo que se reescribiera la Historia, el barco y su contenido eran de la Edad Media y dio luz a los cuatro siglos entre la partida de los romanos y la llegada de los vikingos, la llamada “edad oscura”.
Los anglosajones gobernaban diferentes reinos de Inglaterra y se les negaba el arte o el comercio, el descubrimiento lo cambió todo pues tenían pericia, artesanía y arte; comerciaban con Europa y eran hábiles marinos. El tesoro dio luz a la civilización sofisticada y perdida aparecieron en un momento tan delicado de la Historia.