El temido campo de concentración que tuvo la provincia de Cádiz

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Cuando me documentaba para escribir mi libro «Nazis en Sevilla» encontré información que me asombró, que me dejó perplejo e, incluso, me provocó indignación; aquella información era la que señalaba diferentes puntos de Andalucía como enclaves de campos de concentración, como campos de trabajo donde la vida humana no valía nada.

Así, en la provincia de Cádiz, encontré que en pleno entorno verde, natural y bello como es el Parque Natural de los Alcornocales – entre Jerez de la Frontera, Jimena de la Frontera y Alcala de los Gazules-, existió un campo de concentración. Habría que buscan una finca para encontrar que, en ella, la tierra está teñida de sangre y del dolor de aquellos que murieron, de forma cruel, en ella. Allí está la aldea de La Sauceda dónde apenas vivían dos millares de personas que se dedicaban a tareas agrícolas y ganaderas, a descorchar los alcornocales de la zona y a extraer el carbón que daban aquellas «minas». Este entorno sería el lugar señalado para construir ese canto a la intolerancia y a la deshumanización.

Zona «de guerra»

Allí, en La Sauceda, en pleno valle y en una época de sangre  y guerra fratricida, en 1936, se ubicaban diferentes batallones fascista del Frente Nacional Franquista que cercaron a los republicanos, era el último reducto de resistencia a aniquilar y hacer efectivo el total dominio de la provincia de Cádiz.

En esta zona masacraron a la población y tres aviones se encargaron de bombardear la zona haciendo en Cádiz el «pequeño Guernika«. Los pocos supervivientes que salvaron la vida de aquella tragedia y horror fueron llevados en camiones al cortijo «El Marrufo».

Sería en «El Marrufo» donde se adaptaría el entorno para ser uno de los campos de concentración de nuestra Andalucía teniendo uso como tal desde el mes de noviembre de 1936 a marzo de 1937. La hoja trágica escrita en este campo de concentración no fue pequeña… Se registraron un número de muertes indeterminadas que podría oscilar entre las 300 y 600 víctimas, una cantidad importante que perecieron bajo las armas nacionales siendo torturadas y fusiladas.

Es el doctor e investigador Fernando Sigler Silvera escribía sobre este campo de concentración en este entorno: «Los represores procedieron a una eliminación secuencial en grupos a una media de 3,6 asesinatos diarios a lo largo de cinco jornadas. Si, por deducción proporcional, a éstos se añadieran los restantes refugiados de distinta procedencia y a los residentes que también fueron víctimas, la cifra de asesinados podría elevarse a varios centenares».

Aquellas tropas ocultaba los crímenes en fosas comunes que han sido descubiertas gracias a las catas realizadas y donde, según la opinión de los expertos, podría encontrarse en el cortijo «El Marrufo» una de las mayores fosas comunes de la Guerra Civil en España.

Trato cruel e inhumano

Al mando de aquellas tropas se encontraba (tropas de Falange y voluntarios de las Milicias) el teniente de la Guardia Civil de Ubrique, José Robles Ales; bajo su mando se cometieron todo tipo de tropelías y atentados contra los seres humanos allí recluidos como violaciones, torturas y fusilamientos injustificados.

Los prisioneros se encontraban confinados en la ermita existente en el lugar, malvivían, apenas comían, dormían en el suelo y los soldados, en un macabro juego, echaban a suertes o elegían al azar, a los desgraciados que iban a fusilar ese día. Las mujeres eran torturadas, violadas, cortado el pelo a rape y asesinadas posteriormente.

El campo debía cumplir una función: «limpiar la mentalidad de todo aquel que pensaba de forma diferente al Régimen», allí serían llevados republicanos, masones, comunistas, insurrectos, homosexuales. Una vez que el campo de concentración cumplió su función trasladaron a los prisioneros a otros lugares como mano de obra forzada que trabajarían en los cañones de Punta Paloma en Tarifa o el cuartel militar en Facina con el beneplácito del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo, perteneciente al Ministerio de Justicia, siendo creado ex-profeso en 1938.

Son muchos los vecinos de la zona que tuvieron familiares internados en el campo y que, oralmente, han conocido de los horrores que se vivían allí; igualmente el sacerdote del Mimbral guardó documentos que relacionaba a 52 personas fusiladas. Su realidad es innegable.

Desde 2014 se tiene la Casa de la Memoria, en Jimena de la Frontera, siendo inaugurado ante la presencia de los integrantes del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y de la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y El Marrufo (Afresama).