La Catedral de Cádiz tiene hermosos atractivos por la que ser visitada, desde su vistosa arquitectura hasta su emblemática cúpula «dorada» asà como por todo lo que encierra en su interior, pero lo cierto es que también tiene otros atractivos que tiene un mayor alcance sobre todo cuando va más allá de la muerte, como es el caso que les quiero narrar.
La experiencia de Juan
Juan es un señor ya mayor, rondará los 70 años. Juan quiso hablar conmigo de algo muy raro que le pasĂł en la Catedral de Cádiz: «Yo suelo ir mucho a la Catedral, desde que era niño, tenĂa mucha amistad con un sacerdote de allĂ, mi mujer además siempre viene conmigo y tenemos nuestra devociĂłn, conozco la Catedral y su historia como muy pocos en la ciudad» decĂa nuestro testigo.
«Yo siempre tuve mucha amistad con un sacerdote -se reiteraba- y siempre el hombre me saludaba, charlábamos y me contaba tambiĂ©n las cosas de la vida y las cosas que pasaban y yo mismo mis confesiones más allá del confesionario. La cosa es que este hombre se puso malo y falleciĂł. Además fue algo relativamente rápido, te hablo de hace ya un tiempo, claro, esto no fue ayer como el que dice» proseguĂa.
«Yo sentĂ mucho su muerte y estuve unos dĂas mal de ánimo, pero bueno, la vida sigue, yo tengo mi recorrido y hago mis paraditas por la ciudad, desde que el mĂ©dico me dijo que tenĂa que andar yo no paro de ir de un lado a otro con mi mujer siempre al lado. Una de mis paradas es, cĂłmo no, en la Catedral. Pues bien, ahĂ me quiero parar, porque era octubre y en nuestro recorrido tocaba la sagrada paradita en la Catedral. Entramos, estuvimos rezando y, al irnos, en un momento en el que, además, no habĂa nadie, nos ocurriĂł algo que no pudimos creer y que sĂłlo creemos porque lo vimos los dos» relataba.
«¿Es verdad lo que hemos visto?»
«Nos levantamos y fuimos a la zona de la puerta y, en ese momento, apareciĂł mi amigo el sacerdote, me mirĂł y nos dijo: «Buenos dĂas Juan, buenos dĂas Toñi, id con Dios» y siguiĂł andando, no se parĂł. Entonces yo mirĂ© a mi mujer como preguntándole: «¿Es verdad lo que hemos visto?» y ella me dijo: «Es no es X», miramos para atrás pero no habĂa nadie, ni rastro de Ă©l. Fuimos a buscar incluso al sacerdote de allĂ pero mi mujer dijo «mejor lo dejamos por que nos van a tomar por locos» y salimos de allĂ. Recuerdo que aquella noche recĂ© por el alma de mi amigo y mi mujer tambiĂ©n y, a dĂa de hoy, todavĂa no sabemos quĂ© ocurrió» finalizaba.
Se podrĂa explicar de pocas formas esta experiencia, mi buen amigo, el doctor Petit Gancedo, me dijo en una ocasiĂłn: «Es más fácil ver un fantasma que vivir una sugestiĂłn colectiva«, por otra parte el lugar -la Catedral- es donde es hombre, el sacerdote, solĂa estar, puede que sĂłlo sea un vestigio de su presencia allĂ o, tal vez que aĂşn estĂ© allĂ, de alguna forma aĂşn está allĂ.
En muchas ocasiones la vida y la muerte se ponen de manifiesto en un corto espacio de tiempo, el recuerdo que se tiene de las personas es la mejor forma de inmortalizarlas allá donde también se pueden sufrir este tipo de experiencias tan intensas, como la que tuvo Juan y su esposa Toñi en la Catedral de Cádiz donde, por un momento, pudieron ver si escuchar la voz de su amigo sacerdote fallecido tiempo atrás. Hay hechos que, simplemente, no pueden ser explicados, este es uno de ellos.