El poblado minero de El Horcajo, en el corazón de la provincia de Ciudad Real, se vio sacudido por una trágica noticia. El pasado 1 de enero, tres niños de ocho años de edad, Bonifacio Rubio, Alejandro Muñoz y León Piernas, salieron de sus casas para jugar en el monte y nunca regresaron.
Cabe destacar que fue a comienzos del siglo XX El Horcajo tenía una actividad en cuanto a la minería de galena argentífera y era la actividad de la población de casi 2000 habitantes.
Igualmente gozaba de avances importantes como un sistema de desagüe eléctrico muy innovador y que hacía que se trabajara más seguro en las galerías de la mina que, además, por tonelada, solía dar casi dos kilos de plata.
En plena Sierra de la zona, la sierra alcudiana, se comienza a buscar a los niños. Tras tres días de búsqueda se tiene ya el pesimismo en la cabeza pues es imposible que puedan sobrevivir a las bajas temperaturas y sin comer sumado a la corta edad, además la crudeza del invierno se dejaba notar.
Aparecieron los cadáveres en los huesos, devorados ¿por animales? ¿Alimañas? Todo ello en la zona del «gastaero», allá donde se echaban los despojos o restos de animales muertos. ¿Pero quién los pudo echar allí? Parece demasiado inteligente para una acción coordinada de los lobos, sobre los que recayó la culpa.
Tras la alerta de los familiares, se desplegó un operativo de búsqueda en el que participaron vecinos y autoridades locales. Después de tres días de gran búsqueda, los cuerpos de los niños fueron hallados en el «gastaero», un lugar destinado al depósito de despojos de animales muertos. Los cuerpos estaban desarticulados, reducidos a esqueletos con los pies embutidos en lo que era su calzado, sus zapatos.
El impacto de esta tragedia ha conmocionado profundamente a la comunidad de El Horcajo, desatando toda una serie de especulaciones y rumores. Quizás el más extendidos señalaba al médico del pueblo, quien tenía un hijo enfermo de tuberculosis, como presunto responsable de los crímenes o muerte de los niños.
Se le acusa de haberles arrebatado la vida para extraerles sangre, alimentando así las sospechas y el desconcierto en la localidad. Médico y familia que quedarían señalados por todos los vecinos como responsable de las muertes pero sin más argumentos que el rumor y las críticas, sin atender a razón ni a la imposibilidad que hubiera podido ser él.
Esta lamentable pérdida ha generado un clima de consternación en El Horcajo, donde se esperaba esclarecer lo ocurrido y encontrar justicia para los niños pequeños Bonifacio, Alejandro y León. Las autoridades locales iniciaron una investigación para arrojar luz sobre este trágico suceso que causo hondo pesar y conmocionó a toda la comunidad.
Lamentablemente, la tragedia de los niños de El Horcajo provocó un profundo impacto en la comunidad local, en el pueblo, suscitando un sentimiento generalizado de tristeza, indignación y temor. La sospecha sobre el médico del pueblo ha generado un clima de inquietud entre los habitantes, quienes exigen respuestas y justicia.
Las autoridades locales intensificaron las investigaciones para esclarecer lo sucedido, recabando pruebas y testimonios que permitieran arrojar luz sobre este trágico episodio.
En medio de este doloroso suceso, la empatía, la solidaridad y el apoyo mutuo surgieron como pilares fundamentales para afrontar la adversidad. Los vecinos de El Horcajo se unieron en muestra de solidaridad con las familias de los pequeños fallecidos, demostrando que, en momentos difíciles, la comunidad se fortalece y se une para superar la tragedia.
¿Por qué los niños del Horcajo aparecieron así?
Obviamente pudieron haberse perdido y ser víctimas de las alimañas del bosque, animales hambrientos que se hubieron cebado atacando al grupo de chicos hasta darles muerte pero siempre hubieran aparecido sus cuerpos esparcidos y no se la forma que lo hicieron. Había como una inteligencia superior tras todo ello.
El rumor es que alguien habría seducido a los niños para llevárselos a un lugar apartado y allí, uno a uno, haberlos ido matando, sacado el unto (grasa corporal) y la sangre y, luego, haber dejado a los cuerpos a mercede de los animales para que los devoraran y no dejaran huella del triple asesinato.
El unto y la sangre tenían, en la época, un gran valor pues, según la superchería, era muy beneficioso para curar la tuberculosis, beber sangre de niño sano aún caliente y hacer cataplasmas con el unto.
No es vano el crimen del hombre del saco de Almería, de Gádor, tuvo ese móvil. Por ello se pensó en que pudiera ser el médico aunque este, como hombre de Ciencia, difícilmente podría caer en esa superchería sabiendo de lo la imposibilidad de curación con este remedio y tener el juramento de preservar lo que es la vida humana.
El crimen de los tres niños, o el accidente de los mismos pues también pudieron perderse y ser víctima de los lobos– quedó sin resolverse, las circunstancias de su muerte y todo lo que sucedió en torno a ese aciago día en el que desaparecieron y ya los encontraron, días después, muertos.
La memoria de Bonifacio, Alejandro y León permaneció en el corazón de todos los habitantes de El Horcajo, quienes anhelaban que se hiciera justicia y que un suceso tan desgarrador no volviera a repetirse en su comunidad.
Desde entonces es una historia que se cuenta a los niños, ejemplo de los que les puede pasar si no son obedientes o si entran en el bosque, una especie de lección ejemplarizante que, desde luego, muchos tardaron en olvidar.