Niños de nadie: terror en el Auxilio Social José Antonio Primo de Rivera

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Es poco conocido, sólo los más viejos del lugar lo recuerdan, que donde se ubica hoy el Paseo Marítimo, en la calle Brasil existió un terrorífico centro de acogida, un “hogar” donde muchos de los terrores de muchos niños se hacían realidad sumado a la mala situación que vivían en la época.

El Auxilio Social tuvo un peso específico en la sociedad española de la post-guerra y sobre todo en aquellos niños huérfanos llamados, popularmente, “expósitos”. Era una organización social, con un fin humanitario tras la Guerra Civil española que, con posterioridad, quedó embebida por la Sección Femenina de Falange Española.

La organización fue creada por la viuda de Onésimo Redondo, Mercedes Sanz Bachiller, que a la sazón fue uno de los fundadores de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) junto a Ramiro Ledesma Ramos. Posteriormente las JONS se fusionaron, en 1934, a Falange Española de José Antonio Primo de Rivera.

Inicialmente se llamó “Auxilio de Invierno” orientada por el modelo análogo existente en la Alemania del Tercer Reich que inspiró a Javier Martínez de Bedoya tal y como lo narra en “Memorias desde mi aldea” su autobiografía. Así a su regreso a España surge esa idea similar a las Winterhilfe nazi teniendo ayuda de Kroeger, el segundo del embajador alemán en España, general Von Faupel.

Así en Cádiz este centro se llamó inicialmente “Escuela Fermín Salvochea”, o “La Colonia”, y cuya estancia allí de muchos niños fue un auténtico infierno, por el trato y las experiencias vividas, con la emergente Falange Española de la época pasó a llamarse “Hogar Escolar de Auxilio Social José Antonio Primo de Rivera”.

En su interior los días transcurrían como una auténtica disciplina espartana pro falangista: los niños vestían los colores oficiales, marchaban a paso marcial, cantaban canciones militares y fascistas. Eran educados para incorporarlos a sus filas y orientarlos, desde pequeños, a sus ideas fascistas.

«Niños de nadie»

Algunos niños internos en aquel centro, quizás un poco más mayores, veían en aquello una auténtica tortura, lo más cercano a un campo de concentración. Para otros era una forma de sobrevivir en una época tan dura y otros una tabla de salvación.

Sin familia, sin ayuda, sin recursos, aquella opción era la única para llevarse un trozo de pan a la boca, un colchón sobre el que dormir y un techo bajo el que vivir… Eran los llamados “niños de nadie”.

El “Hogar” por el Auxilio Social que rendía cuentas ante la jerarquía de Falange Española. Pero cuando la institución desapareció los archivos de este centro se perdieron… Era el año 1977.

Un testimonio de ello lo encontramos en un interno que estuvo allí desde 1961 a 1965, su hermano también estuvo en el Auxilio Social, en el primer pabellón cercano al mar.

De aquella etapa recordaba nuestro testigo que en verano los llevaban a Chipiona «éramos pocos a los que nos mantenían allí hasta llegar el verano, donde las colonias de niños enfermos venían de Sevilla y Madrid a pasar los meses estivales, ya que se sabía que las aguas de Chipiona tenían un alto indice de yodo. Con la llegada de tantos chavales se hacía uso de los Pabellones más grandes para alojarlos. Pabellón Sevilla y Pabellón Madrid. Y los internos nos hacíamos cargo de algunos de ellos para llevarlos a la playa y pasar el rato acompañándolos».

De la disciplina nuestro interlocutor, Jesús, comentaba que «el trato comprenderás que ellas ejercían labores de tutoras y suplían a nuestras madres y nosotros con 7 y 8 años no creo que fuéramos unos ángeles…, así que seguro que algún cachete nos llevamos seguro».

Y de su paso por otros centros similares recordaba «cuando pasé a San Carlos, justo a dos pasos del anterior, ya que estaban divididos por un simple muro de ladrillos y celosía con la blancura típica de la cal. En este colegio estuve los cinco años restantes, recuerdo que una de las amenazas por ser un niño que diera guerra, era un cuarto donde se comentaba que existía alguien que te haría daño. Recuerdo que era un cuartucho con muchos tiestos y muebles viejos.

Miedo a la «Sacristía»

Pero el terror de nuestra infancia era el castigo en la «Sacristía», dicho lugar contenía figuras de Santos metidos en unas burbujas (espacio para conservar la policromía de aquellas obras) de cristal».

«Si recuerdo perfectamente como las monjas nos sacaron del patio con mucha urgencia una tarde de verano, ya que antes de pasar a dormir rezábamos en el patio frente a la escalera de acceso a los dormitorios. Aquello paso muy rápido e intenso y creo que no fue la primera vez, nos gritaban «¡¡¡vamos niños rápido adentro el demonio, el demonio!!!» Todos mirábamos de un lado a otro pero lo peculiar fue mirar para arriba y ver una mancha irregular oscura que pasaba suavemente por encima del colegio hasta perderse en el horizonte del mar. No podría precisar si estaba muy alto o muy bajo pero la mancha ocupaba gran parte de la visión del patio. La verdad que muchas veces pienso si aquello fue un recreación o fantasía inculcados por el terror que les entró a las monjas para que desalojáramos el patio».

Y hay allí una serie de experiencias terriblemente crudas, ya no sólo por el trato recibido sino por el miedo que tenían al caer la noche. Pero estas siempre estarán entre la leyenda y la realidad, hechos ya casi olvidados, cuestionables –sin dudas- y que pertenecen más al acervo personal de cada uno, sus vivencia y terrores infantiles que a una realidad, o al menos así lo tomo.

Uno de aquellos niños fue Manuel E. recordaba: “las noches eran terribles, recuerdo como el viento silbaba y el mar se escuchaba… Entonces comenzaba a sentirse el sonido de un llanto, de un niño. Le llamábamos el “niño fantasma” porque en la habitación comunal donde estábamos no había nadie llorando pero se sentía”, y prosigue: “daba mucho miedo, decíamos a los más pequeños: “duérmete pronto o el “niño fantasma” vendrá por ti”, eran cosas de niños pero nos daba mucho miedo”.

La nutrición no era la correcta y la actitud de la directora, la subdirectora, los dos profesores, y dos celadores no eran las mejores tratando a niños… Sobre ello recuerda Antonio H.: “A mí una noche me cogió un celador, venía del servicio, no podía más y me dijo: “¿Tu qué haces que no estás dormido?”, me cogió de una oreja y me llevó a un cuarto oscuro donde me dijo: “ahora el “niño fantasma” te va a coger, verás como ya no duermes más” y allí estuve muerto de miedo…”.

Otro compañero recordaba: “Nos daba miedo ir a la zona de los servicios, por  llamarlo de alguna forma, allí un niño dijo que una tarde se le cerró la puerta y comenzó a sentir como lo llamaban desde allí mismo, una voz infantil, una voz que lo llamaba… Se ensució de miedo”.

Otro de aquellos niños, ya un señor mayor, recordaba: “Recuerdo como una noche fuimos recoger un papel y darlo al celador, cuando íbamos a dárselo, por uno de los pasillos, un niño nos llamó y nos dijo “no tened miedo” y después desapareció… No lo habíamos visto nunca y no lo volvimos a ver más allí”.

Muchos de aquellos niños que vivieron estas experiencias creen que se trataba del espíritu de un niño que, dicen, murió allí

En estos centro siempre existirán historia de aparecidos y fantasmas, historias de niños espectrales que murieron de hambre o que murió como consecuencia de los malos tratos… Historias y vivencias que se agolpan en un lugar donde ya era difícil mantenerse con vida, donde era difícil sobrevivir pero cuando caía la noche y te disponías a descansar de tanto horror y vivir soñar con una vida mejor, si no te podías dormir, llegaba el terror, el miedo a lo paranormal, el miedo a una aparición de otro mundo que tenía como hogar el viejo Auxilio Social José Antonio Primo de Rivera.