La teleplastía, la «cara del Bélmez», del Cerro del Moro, en Cádiz

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Si hay un fenómeno que distingue a España a nivel del misterio en el mundo ese es, sin dudas, el de las caras de Bélmez, el fenómeno de las teleplastia, tan enigmático como desconcertante.

Pero no es «patrimonio» de la recóndita localidad jiennense sino que también podemos encontrarlas en otras partes de nuestro país como es en Cádiz, en la capital.

Fue un fenómeno que impactó profundamente a los gaditanos cuando un mes de agosto de 1993 aparecía en el Cerro del Moro una misteriosa figura. Se trataba de una cara, un esbozo de «dibujo» que había aparecido en plena calle.

Una «cara de Bélmez» en pleno Cádiz

Francisco, uno de los testigos de aquel hecho, recordaba: «Nos acercamos a curiosear y cuando nos dimos cuenta ya había cada vez más gente. Apareció lo que parece una mancha, no se sabe si de humedad, casualmente con la forma de un rostro humano. Lo curioso de esto fue que cuando invertías la fotografía, parecía que formaba el busto de un romano con el casco de la legión. Recuerdos de ese momento tengo muchos, me obsesioné un poco con el tema como tanta otra gente. Ahora que lo menciono, recuerdo también que se tapó la cara una primera vez, y a los pocos días la mancha volvió a salir. Con esto imagínate como estaba aquello, la gente le ponía flores y fotografías de la cara como si de verdad fuera un milagro divino, y lo cierto es que daba bastante que pensar. Onda cero estuvo por allí haciendo preguntas, también entrevistaron al párroco de la parroquia de San Vicente de Paúl, si no recuerdo mal».

La noticia corrió como la pólvora por la ciudad y muchos fueron los que quisieron ir a ver, en persona y en directo, tan particular «cara de Bélmez». Había todo tipo de opiniones, desde los que les parecía simplemente una mancha de humedad, un dibujo caprichoso de la Naturaleza hasta los que ya había ido con ramos de flores pues creían, a «pies juntillas», que era la cara de Jesucristo.

«La cara de Cristo mismo» decía Antonia, una vecina del lugar que recuerda cómo vivió aquellos días. «A ver, todo el mundo quería ir a las ver la cara de Cristo, yo fui con unas vecinas y no tuvimos dudas, se le veía los ojos, la boca, las formas de la barba, todo, la cara de Cristo». Y es que se llegó a relacionar con, incluso, el famoso maremoto de Cádiz de 1755 como consecuencia del terremoto de Lisboa.

Más testimonios

Lola comentaba: «Yo llevé a mi abuela que quería ver la cara de Cristo y al llegar me dio 500 pesetas para que comprara velas. Se puso a rezar y mientras fui y regresé se habían concentrado allí otras vecinas que estaban rezando».

Todos esperaban que en una zona deprimida como esta se pudiera obrar algún tipo de milagro por intermediación divina, algo que ayudara a sus economías que no era la más brillante y que entendían que aquella cara era «una señal divina».

«Los vecinos del barrio del Cerro del Moro, especialmente azotado por el problema de la droga, el paro y la delincuencia, ya constataron como en los últimos días se acercaron al número uno de la calle Batalla del Salado algunas personas para orar ante la supuesta imagen» decían los medios de comunicación sobre la «cara».

Y es que el «rostro» sobre la fachada de esta casa en la calle Batalla del Salado habría sido un fenómeno viral si hubiera habido redes sociales en la época. Miles de personas visitaron en los días siguientes aquella casa para ver la cara y, obviamente, los propietarios tenían que aguantar el ir y venir de unos y otros, el murmullo, los rezos, los llantos, las expresiones de sorpresa, al punto de no poder ni descansar. Quizás, por todo ello, decidieron «cortar por lo sano» y cubrir la cara para acabar con el problema. Los rumores comenzaron a surgir y decían que si se tapaba salía a los pocos días, como ocurrió con aquella de Bélmez de la Moraleda, de la casa de María Gómez Cámara.

«Mira, yo no sé cómo pero aquello se pintó de blanco, se encaló, y volvió a salir» decía Pepa a la vez que comentaban como en otros puntos salieron manchas similares y se les concedió menos importancia que a las originales del Cerro de Moro.

«Era como si alguien se estuviera dedicando a imitar el fenómeno en varios puntos de la ciudad», pero lo cierto es que las manchas no unificaban el criterio de los «observadores» pues para unos era Cristo y para otros «eran sólo manchas de humedad que salían del desconchón de la pared» afirmaba Eugenio que, por aquel entonces, era un chaval de 16 años.

Sea como fuere se convirtió en todo un misterio que vivió intensamente el barrio y que con la complejidad de poder localidad a personas que lo vivieron hoy me he atrevido a hablarles de ello y traer los testimonios de aquellos que fueron testigos directo del ¿prodigio?