Misteriosa aparición fantasmal en la carretera de la Sierra de Cádiz

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En ocasiones la realidad supera a la ficción de la forma más imprevista, sucesos que jamás pensamos pudieran sucedernos nos tienen, repentinamente, de protagonistas. Fenómenos en los que no se creía y que tras vivir, en primera persona, uno de ellos se contemplan casi con el convencimiento de ser una realidad. En esa tesitura se encuentra nuestro testigo.

Ricardo G. es una persona que era incrédula ante determinados temas: “Jamás había creído en fantasmas ni cosas de esas, es más, mi mujer cuando ponía la televisión en “Cuarto Milenio” siempre le decía: “Quita eso que no dicen más que tonterías”, igualmente cuando te escucha en Canal Sur por las noches. Siempre pensé que eran cosas para entretener pero nunca una realidad pese a que tengo amigos que han vivido hechos que son difíciles de explicar”. Nuestro protagonista es policía y por su actividad se ha tenido que enfrentar a todo tipo de situaciones: “No han sido pocas las llamadas que hemos tenido que atender de personas que nos han requerido diciéndonos que en su casa había un fantasma… Al llegar nada de nada, muchos nervios y mucha sugestión”.

Pero la concepción que tenía Ricardo de este tipo de fenómenos iba a cambiar de forma abrupta… Aprovechando unos días de descanso decidieron pasarlos en una casa familiar en la Sierra de Cádiz: “Me debían días de vacaciones y antes de diciembre las quería coger porque luego hay mucho lío en la comisaría. Así que prolongamos el fin de semana hasta este martes. La verdad es que el tiempo no acompañó y cuando los informativos dieron el parte meteorológico decidimos adelantar nuestro regreso”. Fue entonces cuando nuestro protagonista iba a vivir lo imposible: “Regresábamos a casa y llovía a cántaros, de una forma muy fuerte, mi mujer iba asustada por la carretera, era media tarde pero estaba oscuro y yo conducía con cuidado. Entonces al tomar una curva vimos, a lo lejos, a una persona que caminaba por el arcén de la carretera, carretera que estaba desierta, mi mujer se quedó mirándolo y dijo: “Pobre chico como se está poniendo”, y al pasar por el lado ni se inmutó, yo le repliqué que era peligroso ir por el arcén de la carretera y más en un día tan malo con esa visibilidad. Entonces ella me dijo que parara y lo acercáramos al pueblo más cercano. Sin perderlo de vista paré con las luces de emergencia, no venía nadie, sólo un inmenso chaparrón. Le dije, a gritos que lo llevaba mientras que le hacía señales con la mano, estaría a unos 50 metros. El chico levantó la mano y apuró la marcha. Metí la cabeza y el brazo en el coche y mientras miraba por el retrovisor le dije: “Ya viene, esto no se debe hacer”. Entonces el chico se fue acercando y cuando nos preparábamos para saludarlo, casi cuando él debía de estar tocando la puerta del coche simplemente desapareció… Mi mujer dijo: “¡Ay! ¿Dónde está?” y es que desapareció delante nuestra, se esfumó, y no había pasado nadie. Pese al aguacero terrible me bajé del coche, linterna en mano, miré durante un par de minutos alrededor de la zona y no vi a nadie, no había nadie en absoluto… Se había desvanecido”.

Apenas un día después nuestro protagonista hablaba de su experiencia con unos compañeros de la comisaría cuando uno de ellos le mostró la experiencia, en esa misma carretera, cerca de Olvera, de Xema Sánchez… “Algo de realidad hubo en aquel encuentro con ese chico que, desde luego, de este mundo no decía ser”.

Fueron las palabras con las que me cerró su experiencia nuestro protagonista que, desde ese día, cree un poco más en fenómenos inexplicables, y es que muchos son escépticos hasta que les toca.