Fantasmas en el poblado de Sancti Petri

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Antiguo poblado de Santi Petri

En Sancti Petri podemos disfrutar de su incomparable clima, de sus playas y de su gastronomía, pero los amantes del misterio también pueden hacerlo de una inquietante aparición que tiene como marco este incomparable lugar.

Desde el año 1946 se tiene documentada la construcción de las instalaciones donde se alojarían como eventual vivienda los almadraberos del atún en su labor de conservar los derivados del mismo.
Sancti Petri crecería hasta convertirse en una pedanía de la localidad gaditana de Chiclana donde ya había una población fija y otra temporal en la etapa de pesca, desde marzo al mes de agosto.

En la década de los años 70 el trabajo en esta actividad comenzó a mostrar signos de debilidad, el Consorcio se disolvió y las casi ochenta familias allí asentadas tuvieron que marcharse buscando otro lugar donde ganarse la vida. Atrás quedaron casas, iglesia, escuela, dispensario, todo hoy abandonado y lugar en engendra, voluntaria o involuntariamente, misterios y leyendas.

Allí, entre sus abandonadas casas surge el misterio de un fantasma que ha sido visto deambular por allí.

La presencia espectral suele verse al atardecer, cuando cae el sol como cayó su vida. Veraneantes o simples personas que pasean por el lugar se ven sorprendidos por una niña que tiene más del otro mundo que de éste.

La describen como de unos ochos años destacando su aspecto descuidado, sucia casi, desaliñada, descalza. Muestra especial predilección por manifestarse en los alrededores de la iglesia aunque también por la casa del guarda o las embarcaciones de la playa. Tiene la mirada perdida en el horizonte, triste, casi evocando una época pasada que vivió y en la cual encontró su muerte.

Pero no es la única aparición que encontramos en el poblado pues también de manifiesta lo que se cree que pudiera ser un sacerdote espectral pues es una figura sombría que viste una especie de sotana y sandalias de color marrón. La aparición dura escasos segundos y deja boquiabiertos a los testigos.

Pero hay más testimonios de personas que han tenido esa dura experiencia en el lugar, en primera persona, es el caso de Álvaro Ponce que, junto a unos amigos, visitó el mítico poblado: «Cuando visité el poblado abandonado de Sancti Petri, sentí una presencia inquietante desde el momento en que entré. Mientras exploraba las ruinas, escuché pasos detrás de mí, pero al girarme, no vi a nadie. Luego, una ráfaga de frío inexplicable me recorrió el cuerpo, incluso a pesar del cálido clima. Algo me susurraba al oído, pero las palabras eran ininteligibles. Fue una experiencia aterradora que me hizo huir del lugar sin mirar atrás».

Otro relato de una experiencia vivida allí nos la contaba Miguel Gutiérrez: «Cuando me aventuré en el poblado de Sancti Petri, presencié luces extrañas danzando entre las ruinas. Eran destellos intermitentes que no parecían tener explicación lógica. Mientras me acercaba, las luces se desvanecieron súbitamente, dejándome en la oscuridad. Pero entonces, escuché risas infantiles que resonaban en el aire, a pesar de que no había nadie más allí. Me invadió una sensación de intranquilidad que me hizo desear salir de ese lugar lo antes posible» confesaba en un estado de nervios muy alto.

«Al explorar el poblado abandonado de Sancti Petri, me encontré cara a cara con una figura fantasmal. Era la silueta de una mujer, con un vestido claro. Sus ojos parecían eran muy expresivos con una luz sobrenatural, y su mirada me heló la sangre. Antes de que pudiera reaccionar, la figura desapareció dejándome con una sensación de temor que nunca antes había experimentado» decía nuestro último testigo, Andrés Mola.

Sancti Petri y su historia también tiene ahora dos “ciudadanos” especiales que pertenecen al más allá pero que se quedaron, para siempre, entre sus calles y aroma a mar.