El ser humano siempre ha anhelado poder hablar con el más allá, con los muertos, con aquellas personas fallecidas. Las motivaciones son diferentes, puede ir desde la añoranza, haber dejado «cosas por decir» o, simplemente, saber que hay más allá de la muerte.
Una de esas personas inquietas y preocupadas por la muerte, y lo que hay tras ella, fue Thomas Alva Edison, un estadounidense nacido el 11 de febrero de 1847 y que pasaría a la Historia por cambiar, con sus inventos, a la Humanidad. Gustaba de experimentar, de hacer pruebas de artefactos que podrían mejorar la vida de las personas y abrió una línea que sería imprescindible para la sociedad de su época y del futuro.
Trabajó, con sólo 15 años, de telegrafista y eso hizo que creará un primer invento muy importante para su época como fue el repetidor automático sin necesidad de la acción humana en otras estaciones de telégrafo diseminadas por todo lo largo y ancho del país.
Se rodeó de otros científicos de gran valía como, por ejemplo, Nikola Tesla (del que se aprovechó de muchas de las genialidades del serbio). De entre la producción de inventos destaca la bombilla, que serviría para iluminar millones de viviendas en todo el mundo o el fonógrafo, en el año 1877.
Pero pocos sabrán que Edison, internamente, tenía una «pena», algo que le quitaba el sueño, ese algo era saber si había alguna posibilidad que los seres fallecidos pudieran comunicarse con este «otro lado» de los vivos». Es algo que en la época fue conocido debido a un titular de la revista American Magazine en el que se podía leer: «Thomas Edison trabaja en cómo comunicarse con el más allá». Así el propio inventor afirmó que trabaja en un tema de investigación psíquica relacionada con dicha materia.
Eran años duros, medió la Primera Guerra Mundial y muchos eran los que deseaban ese contacto, fue el «boom» del movimiento espiritista de «entre guerras» y el afán de contactar con los difuntos, con sus seres queridos desaparecidos o «caídos» en el frente de batalla.
Fue en 1920 cuando convoca a una serie de personas vinculadas con la Ciencia y el espiritismo para tratar de encontrar una vía de comunicación con el «más allá». El fonógrafo, contaron sus ayudantes, fue un intento fallido de invento para comunicarse con ese más allá y tenía un nuevo diseño de máquina para comunicarse con ese «otro lado» muy específica, de hecho se dijo que tenía un prototipo guardado. Lo cierto es que poco o nada se supo de ello entrando, de lleno, en el apartado de «leyendas» en torno a Edison.
El 18 de octubre de 1931 estaba al borde de la muerte, ya gravemente enfermo recibió la visita de su médico que, en su delirio, lo escuchaba hablar de la vida y de la muerte, en un momento determinado despertó y le dijo «allí hay mucha belleza» y acto seguido murió.
Otros inventores interesados en el contacto con el «más allá»
El propio Nikola Tesla, genial inventor, se interesó por todos estos temas e, igualmente, practicó algunos inventos en ese sentido que destruyó dados sus «nulos resultados». Lo cierto es que en sus experiencias pudo captar una serie de misteriosas señales de radio que, posteriormente, ubicó fuera de la Tierra y que, en algunas de ellas, dijo que se trataban de «voces humanas hablando entre sí», algo que resultaba muy extraño en la época.
Aquellas palabras que surgían de la nada, que eran «palabras o frases cortas» se consideran, hoy por hoy, como de los primeros registros psicofónicos, fenómenos de voces electrónicas, de EVP, que hoy día son captadas por los expertos en transcomunicación instrumental y temas paranormales.
Otro inventor que buscó la comunicación con el más allá fue A. B. Saliger que ideó el denominado como «psycho-phone» a principios del siglo XX y que decían que permitía que se comunicara con el subconsciente de las personas fallecidas.
En 1979 la Metascience Fundation ideó una máquina cuya misión debía ser la comunicación con el más allá, era el denominado Spiricom y en con el que su inventor dijo haber logrado más de 20 horas de conversaciones con los difuntos.
Las conclusiones de Edison
Para Thomas A. Edison y su «máquina del más allá» había una serie de factores que respaldaban su interés por el «otro lado».
Esos factores o conclusiones eran tremendamente sopesados y que expresó de esta forma:
–Cuerpo y espíritu son el resultado de reacciones físicas o químicas.
-Las reacciones impulsan «unidades» infinitesimales que «estimo que, grosso modo, en nuestro cuerpo tenemos alrededor de veinte mil millones de células, y cada célula alberga una comunidad de cinco mil unidades”.
-Esas «unidades de vida» son las que configuran la memoria así como los deseos, las emociones y más. Al producirse el fallecimiento de la persona se liberan estas unidades y buscan otro cuerpo para que trabajen por si mismas.
Edison, según todo esto, creía en un tipo de reencarnación, de «memoria» que podía pasar de un cuerpo a otro y de, como segunda opción, de «vida espiritual» que podía interactuar con la realidad.
Fue la motivación que le impulsó a diseñar un aparato que le pusiera en comunicación con el más allá y que nunca sabremos si funcionó o no pero si de su interés y prácticas en torno a todo ello, quizás las bases perfectas para lo que hoy es la experimentación psicofónica y la evolución de un fenómeno que es real.